Una de mis aficiones es el mar. Durante muchos años en vacaciones he tenido la oportunidad de ir a pescar, aprender a pescar, a saber el trabajo tan duro que representa levantarse a las 4 de la madrugada, a veces lloviendo con viento y frío, cuantos días después de este esfuerzo e ilusión depositada teniendo en cuenta que yo voy de turista, pero la gente que vive del mar que por causas mayores (el capricho de la naturaleza) no pueden salir y un día perdido, sinceramente que tristeza.
Pero, no siempre es así afortunadamente la naturaleza permite junto al saber hacer de unas personas que, tras muchas generaciones (casi en la mayoria de la gente que va al mar) cobrarse un buen lote de pescados. Si a esto le añadimos que el Mar Cantábrico da el mejor y mas sabroso pescado del mundo, que más se puede pedir. Solo que mereció la pena levanterse a las 4 de la madrugada y poder salir al mar.
De estas personas he aprendido, a ver el pescado vivo, a tratarlo con sumo cuidado, a valorarlo sabiendo el esfuerzo que ello supone, hacerlo llegar a nuestras cocinas, es un autentico tesoro y si cuidamos nuestros caladeros tendremos en la despensa (el mar) pescado por mucho tiempo.
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